La retórica oficial presenta este indudable triunfo como contundente, pero en realidad se le ven las costuras: fue favorecido por una enorme abstención y por las profundas divisiones entre facciones de la oposición que están perdidos en una guerra de egos e intereses propios.
Los resultados de las elecciones de alcaldes y gobernadores en Venezuela este 21 de noviembre eran esperados, pero igual resaltantes: el chavismo afianza su dominio sobre todas las instancias del país, pese a que según las encuestas es una minoría que ha perdido arrastre popular. Y esto, es parte de la nueva normalidad.
Candidatos chavistas ganaron en 20 de los 23 estados por un margen disputable en la mayoría de los casos. Pero el chavismo es una minoría regional y nacional, algo que han detectado las encuestas más respetadas desde hace tiempo.
En teoría, si la oposición hubiera logrado candidatos unitarios y sumar votos dispersos hubiera podido arrebatarle algunos enclaves estratégicos, como los estados Miranda y Lara, a los herederos del legado de Hugo Chávez.
Nicolás Maduro y la nomenclatura chavista necesitaban mucho estas elecciones como una muestra de democracia. El domingo hasta última hora estaban insistentemente llamando a los electores a salir a votar masivamente. También movieron bien su aceitada maquinaria partidista para asegurar resultados.
También aclararon que no aceptarán ningún veredicto de observadores internacionales como certificado de la transparencia y fidelidad de estas elecciones.
“Los mirones son de palo”, dijo Jorge Rodríguez, uno de los más poderosos personeros del régimen por el ala civil, presidente de la Asamblea Nacional (Congreso) elegido en diciembre pasado.
Estrategia y sanciones
Pero para Maduro y todo el chavismo las elecciones tiene un valor estratégico internacional. Las quieren utilizar como señal de normalidad y de participación política, como argumento para levanten las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea contra el régimen.
Pero ese camino no es tan expedito.
“No creo que las elecciones lo ayuden a legitimarse internacionalmente. El titular sigue siendo que Venezuela vive una dictadura”, comentó el economista Francisco Monaldi, desde Estados Unidos, uno de los expertos petroleros más reconocidos internacionalmente.
“En un país en el que el presidente es super impopular y la economía se ha destruido, aun así el gobierno puede arrasar en unas elecciones por todos los tipos de abusos no necesariamente en la cuenta del voto, sino en todo lo demás. Eso creo que lo entiende perfectamente la comunidad internacional”, agrega a El Estímulo.
“Por su puesto esto confirma que Maduro está y va a seguir estando en control del territorio y que es el gobierno que ejerce el poder en Venezuela. Y por tanto eso hace inevitable que sigan dando negociaciones y dentro de esas negociaciones podría llegar a haber algún tipo de movimiento, pero muy limitado», señala Monaldi.
“En mi percepción el gobierno de Estados Unidos va a hacer muy poca flexibilización de las sanciones, a menos que haya pasos significativos en dirección a la democratización y no creo que esto en lo más mínimo lo consideren parte de esos pasos”, agrega.
Un zoológico de egos
Pero la oposición en Venezuela está lejos de ser un bloque sólido. Es una variopinta jaula de intereses dispares, políticos de carrera de la vieja guardia, enérgicos jóvenes emergentes, caudillos regionales, partidos políticos debilitados y derrotados por las fuerzas y argucias legalistas del chavismo; voluntariosos grupos de vecinos organizados sin recursos para movilizarse y captar votos.
“Sin lugar a dudas” la oposición hubiera acudido unida a estas elecciones hubiera podido haber ganado más estados, asiente el experto Benigno Alarcón, politólogo y director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello (CEPyG UCAB).
Y eso es claro no solo por la contabilidad de los votos que sacó el gobierno, “sino por la abstención que la oposición se generó a sí misma por los ataques mutuos y las divisiones”, señala.
«La realidad es que la abstención también fue un castigo para la oposición por sus divisiones y confrontaciones. Una oposición unida se habría traducido en más gente participando», dice.
“Eso, sin lugar a dudas, tuvo un efecto entre quien decidió votar y quien no. La gente vota si tiene expectativas de ganar”, dijo en breves comentarios para El Estímulo.
Lo cierto es que el chavismo siendo minoría se afianza en el poder.
«Mientras la oposición siga dividida es cierto. Hoy el régimen es mucho más fuerte sin lugar a dudas. El poder político no depende solo de ser mayoría, sino de encontrar cómo ejercer esa mayoría», explica Alarcón.
Sin sorpresas
Lo que ocurrió este 21 de noviembre había sido anticipado por estudios como los de CEPyG y la firma encuestadora Delphos.
Hasta julio pasado el chavismo «resteado con Maduro» concentraba 9,5% de la población, mientras que el chavismo descontento con Maduro, 15,8%.
«Es decir, el chavismo representa una cuarta parte del electorado; mientras que la oposición que no apoya al liderazgo asciende a 18,4% y la que sí apoya al liderazgo es de 17,5%, lo que suma un 35.9%», señalaba ese estudio.
El segmento “ninguno” se ubicaba en 38,8% y tendía a crecer. Este grupo no se puede calificar como “ni ni”, vota, no es indiferente, tiene preferencias políticas y es mayoitariamente opuesto al gobierno. Pero no se siente comprometido con ninguno de los partidos o líderes de la oposición o el chavismo.
Conquistar a ese grupo será determinante para cualquier generación de políticos.
Los opositores también son una enorme mayoría de venezolanos anónimos desalentados, desilusionados de la política. Es una masa que no encuentra por ningún lado respuestas a sus apremiantes problemas diarios ni salidas claras al futuro.
Desconectados
“Lo ocurrido ayer con los resultados electorales era de esperarse. No hay ninguna sorpresa. Se sabía que el chavismo iba a ganar. Obtuvo la victoria en 20 de los 23 estados del país. La oposición ha ganó en Zulia, Nueva Esparta y Cojedes, este último un tradicional bastión chavista”, señala el economista Carlos Torrealba.
“Detrás de la abstención (58,5%) hay un claro mensaje: la política no está en la agenda de la mayoría de los venezolanos. Desde hace tiempo se perdió la conexión con el país y de la política la sociedad no obtiene respuesta a sus problemas”, agrega en un comentario en redes.
Lo otro es que el país está cansado de las peleas políticas estériles que impiden construir un mínimo consenso para enfrentar y solucionar los problemas más urgentes que afectan a los venezolanos. Comentario aparte es la falta de unidad en la oposición y su incapacidad para llegar acuerdos, señala.
Lo que viene
El economista Luis Vicente León, de la firma Datanálisis, señala que la abstención mayoritaria, del 60% tiene un impacto super negativo. Envía “un menaje fundamental”: significa que una parte relevante de la población siente una gran apatía sobre la política y está muy poco interesada en estas noticias, en los partidos políticos y sus dirigentes.
“¿Qué tiene que ver con la economía? Que lo que nosotros podríamos marcar como el cambio mas importante de 2022 es la independización de la gente entre la economía y la política”, dijo en declaraciones Unión Radio.
Muchos analistas perciben una “nueva normalidad” en la economía y la política venezolana. Aquí no se esperan grandes cambios, mucho menos un debilitamiento del chavismo en el poder.
León señala que en Venezuela la gente abandonó el cuento de estar como Penélope esperando a Ulises: anhelando un cambio político o que se vaya fulano (Maduro) para que se reactive la economía.
“La gente dejó la estrategia de supervivencia para ver como vive, como subsistir, producir, vender productos, nuevas alternativas, buscar socios, entender la nueva realidad, el nuevo mercado”, dijo León.
En este contexto no estamos esperando un repunte relevante del PIB en 2021. Sí un pequeño crecimiento entre uno y dos por ciento de crecimiento de PIB, aunque esto es una estabilidad, dijo.
Para 2022 sí esperan un 5% de crecimiento que tiene que ver con esa economía más abierta, dolarizada. Las empresas tienen más libertad de planificar, establecer precios y «se sienten mas cómodas».
Aunque relativiza ese crecimiento: un 5% después de una caída de 73% es un país enano que comienza a crecer. “Nadie puede esperar que Venezuela retome sendas de crecimiento o su crecimiento original”.
Eso apunta seria imposible porque tendría que crecer en un 30% anual, y hay demasiados desfases de infraestructura y energía para sustentarlo.
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