“El amo del muerto es quien los
llora, los demás son cafeceros”
Refrán popular
Hemos ido articulando de abajo hacia arriba y de afuera hacia adentro todos los elementos que tenemos a mano para lograr el objetivo superior, que es, desplazar al régimen del poder. La antesala de este propósito implica la cancelación de expectativas que las circunstancias anularon de hecho. Obviamente, tenemos un déficit de democracia. Por un lado, una organización criminal usurpando el poder de manera inescrupulosa y por el otro, una oposición excluyente y desconectada de los ciudadanos, acostumbrada a maniobras y política de salón, haciéndose mortalmente vulnerable, desacertada y errática. Un elemento clave para desentrañar los signos de estos tiempos, es profundizar el concepto que ambos sectores tienen de él poder, dado que si éste, no es concebido para servir y se convierte en una maquinaria contra los ciudadanos, se erige entonces, como un instrumento para servirse a sí mismos, como se ha documentado ampliamente, a lo largo de la historia donde el poder solo fue vehículo de una cúpula a expensas de un pueblo.
Ésta realidad explica porque no hemos podido salir de la tragedia durante los últimos 22 años. De este modo, se insiste erróneamente, en presentar fórmulas con mantras mágicos, diseñados por marketing político de lujosa presentación y carente de contenido. Así hemos pasado del “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, a la de “presidenciales o nada”, “derrocarlos ya”, “intervención ahora”… todas padecen de la misma falla de origen, no tienen manual de instrumentación, ni protocolo de uso; vienen sin GPS. Y el otro elemento en común y más grave aún de todos los mantras mágicos, es que exime al ciudadano de su rol protagónico, dejando el papel estelar a “Próceres y valientes”, con el nefasto y trágico desenlace de la desesperanza inducida, que curiosamente y de modo irresponsable los “próceres y valientes” venden como desesperanza “aprendida”, endosándosela al G2 cubano.
Se hace vital y pertinente salir del círculo vicioso, empoderar a los ciudadanos de una política con sentido común, construir unidad de propósitos, movilización estimulante y organización popular a todo evento; en la casa, en el barrio, en el trabajo y en calle. Hacerlo sobre la marcha. Avanzando por encima de las dificultades, asumiendo los riesgos que la tarea implique.
Por eso asumimos el compromiso de convertir las regionales en plebiscitarias, hacer de ellas un “vuelvan cara”, conducir al régimen al terreno donde hemos demostrado que sabemos hacerlo, el electoral. Es obvio que ellos tienen el monopolio de las armas y la violencia en cualquiera de sus modalidades, ese es un terreno minado. En consecuencia, vetado para nosotros los ciudadanos de a pie. Todas las preguntas que puedan surgir de la interpretación de esta nota, sospecho que las hemos respondido en los artículos anteriores.
Síguenos